FÚTBOL: FENÓMENO DE FENÓMENOS: Fútbol y política: ¿amor de conveniencia?

viernes, 29 de enero de 2010

Fútbol y política: ¿amor de conveniencia?

Ayer me invitaron a Intereconomía Barcelona para hablar de "Fútbol: Fenómeno de Fenómenos". La entrevista se centró fundamentalmente en el tema político, que ahora está de moda por el caso Laporta, quién es previsible que tras dejar su cargo en el club culé emprenda su carrera política. Aquí dedicamos un post con el título: "El fútbol como trampolín para el salto a la política".

La relación entre el fútbol y la política siempre ha sido siempre muy estrecha. El motivo es que el fútbol tal y como lo conocemos hoy día tiene poco más de 100 años de existencia. Data de 1863 cuando en un pub del barrio turístico de Covent Garden se le da reglamentación formal. Eso quiere decir que de algún modo, la historia del fútbol es la historia del siglo XX, y el siglo XX ha estado muy vinculado a los fascismos y dictaduras en Europa (Mussolini, Hitler o Franco) que eran conocedores de que el fútbol era un deporte masivo y contaba con el apoyo popular, y, por tanto, un buen lugar al que dirigirse como instrumento generador de ideología así como droga social para mantener a la gente en estado de calma política.

En Sudamérica, esa relación se ha manifestado de manera diferente. Sudamérica es una región de planeta de gran inestabilidad agobiada por su pasado político y económico, que son los dos ámbitos en los que los países se ganan el respeto en la escena internacional, lo que les ha llevado a buscar alternativas para reparar los fracasos en ambos campos y de esta manera recuperar su orgullo como nación. El fútbol, dada la visibilidad que tiene (el último Mundial de Alemania tuvo una audiencia acumulada de 33.000 millones teleespectadores), ha sido la mejor opción para vincular éxitos deportivos con éxitos políticos y así exhibirse con orgullo al resto mundo. Por eso, en los países sudamericanos los ciudadanos (y políticos) depositan grandes esperanzas en sus selecciones nacionales. Y no les ha ido mal ya que Brasil ha ganado 5 campeonatos, y Argentina y Uruguay, dos cada uno; es decir, 3 países latinoamericanos acumulan 9 títulos, el 50% del total.

También el fútbol ha servido como medio para exhibir las diferencias políticas entre bandos: son los casos, por ejemplo, de Celtic de Glasgow y Rangers, los primeros partidarios de la corriente separatista del Reino Unido y los segundos del unionismo; también están los casos del Barcelona (Nacionalismo) y Real Madrid (Estado); del Estrella Roja de Belgrado y el Dínamo de Zagreb, en la antigua Yugoslavia; del Peñarol y el Nacional de Montevideo, en Uruguay; o del Sparta de Praga y el Slovan de Bratislava, en la antigua Checoslovaquia.

A menudo me preguntan los periodistas si fútbol y política no deberían ir cada uno por su lado. La respuesta es fácil, sí, pero nadie se resiste a utilizar algo tan poderoso como el fútbol -"fenómeno de fenómenos"- para obtener rédito electoral. Es inevitable, un caramelo demasiado goloso y atractivo. Como decía Oscar Wilde: "La mejor manera de evitar la tentación es caer en ella". Donde hay éxito deportivo, los políticos con frecuencia intentan salir en la foto del equipo ganador y lo más próximos al jugador más aclamado.

Zinedine Zidane, además de haber sido un jugador dotado de excelentes cualidades futbolísticas, es un tipo cercano para la mayoría de las personas, lo que le convierte en un aliado atractivo del poder político. El diario El País, con fecha 10 de julio de 2001, poco después de haber sido fichado el jugador galo por el Real Madrid, recogía en uno de sus titulares: Un futbolista humilde, talismán de la vida política; y añadía: “El viernes 11, Zinedine Zidane viajará a Moscú en el mismo avión que el primer ministro Lionel Jospin para defender la candidatura de París a la organización de los juegos de 2008. En caso de una improbable victoria de la opción parisina, Zidane se verá obligado a acudir el 14 de julio a la fiesta que el presidente Jacques Chirac da en el Elíseo. Una foto junto al talismán Zidane es algo a lo que nunca renunciaría ninguna de las cabezas del poder político”.

Sobran las palabras.

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