La combinación del fútbol y la filosofía se ha venido a denominar “futbolsofía”, una nueva disciplina consistente en reflexionar sobre la vida y entender el mundo a través del fútbol. Ésa es la finalidad del libro Futbolsofía (2002), de Carlos Goñi Zubieta. A algunos le puede parecer una contradicción –fútbol y filosofía fusionados– pero como señala el autor “una de las funciones más importantes de la filosofía es reflexionar sobre lo que nos rodea. Su objetivo no puede ser entes petrificados, sino realidades vivas como el fútbol. En este sentido, el deporte rey nos brinda una ocasión para aplicarnos a fondo con el bisturí de la filosofía”.
La filosofía –del griego, philo (amor) y sophia (sabiduría)– echa mano del fútbol –un recurso altamente atractivo– para seducirnos y hacernos pensar sobre aquellas cuestiones esenciales que a todos los humanos nos preocupan. Según el escritor, “se puede decir que el fútbol es una de las realidades de nuestro tiempo que con más fuerza reclaman ser pensadas. Sin embargo, no es fácil acudir a un estadio como el viejo Pitágoras, con la inocencia adulta del filósofo”.
El libro traza a lo largo de 38 capítulos –las 38 jornadas del Campeonato Nacional de Liga– un paralelismo entre 38 aspectos de la vida y 38 aspectos futbolísticos recreando una particular liga futbolsófica: “En cada una de las 38 jornadas el lector tendrá la oportunidad de reflexionar sobre el fútbol y la vida, sobre comportamientos, formas de ver el mundo, sobre la idea que tiene el hombre de sí mismo, sobre valores y normas que rigen nuestra sociedad, sobre educación y deportividad, sobre las relaciones humanas... todo ello desde una perspectiva futbolsófica, es decir, teniendo al fútbol como objetivo y a la filosofía como anteojo”.
Algunas de las cuestiones (jornadas) abordadas son: el “cerocerismo” (o conformarse con la realidad), la “autoridad arbitral” (o la fuerza de la ley), el “compañerismo” (o el sentido de la deportividad), los “postes también juegan” (o la refutación del determinismo), el “jugador número doce” (o la fuerza moral), las “ocasiones de gol” (o saber aprovechar las oportunidades) o “el entrenador que todos llevamos dentro” (o lo fácil que es ser otros).
Para Goñi, “el fútbol nos ofrece la oportunidad de ejercitar la filosofía”. Y añade: “Aristóteles decía que la condición del filosofar es tener ocio, disponer de tiempo libre, despreocuparse de los negocios de la vida. El que está ocupado en sus negocios se interesa por los rendimientos, se afana por los resultados y le falta el sosiego suficiente para mirar la realidad con la pasión del desinterés. En la actualidad, el fútbol ocupa gran parte de nuestro tiempo de ocio, por eso nos da la oportunidad de filosofar. Si todavía no ha surgido una filosofía del fútbol es porque vivimos nuestro tiempo de ocio como un negocio, con excesiva urgencia, porque entendemos el tiempo libre como un no hacer nada, como una oportunidad de pura diversión. Si vivieramos el ocio como proponían los antiguos habrían en los estadios más espectadores como Pitágoras”.
La filosofía aplicada al fútbol, la “futbolsofía”, pretende “ser un exprimidor que intenta extraer de este deporte todo su jugo filosófico. Consiste en mirar el fútbol como una realidad preñada de oportunidades de reflexión”. Y da las claves: “Para ello, hay que ocupar el asiento de abonado con la predisposición de no dar nada por supuesto, de estar allí como si asistiera a la representación de algo inaudito y extraordinario. Contemplar el fútbol de esta forma nos puede servir para entender el mundo en que vivimos y para entendernos mejor a nosotros mismos”.
No ha sido la única publicación que aborda la relación entre el fútbol y la filosofía. En 2006, de la mano de José Machado y Manuel Valera, aparecía Futbolia. Filosofía para la hinchada. Allí se dice: “Uno puede decir que el fútbol son muchas cosas, las que le venga en gana: que son once contra once en calzoncillos; que no es más que un juego; que es el opio del pueblo; que fútbol es fútbol; o que lo hemos convertido en un negocio disparatado, de interés general y beneficios muy particulares... Pero eso no puede ser todo, es imposible. No es suficiente. El fútbol, como la filosofía, busca la verdad del ser humano, y los caminos trazados en los dos ámbitos tienen sus paralelismos. ¿Quién puede negar que Kant y Beckenbahuer defienden los límites de lo razonable o que Romario y Epicuro viven y juegan desde el principio del placer?”.
A lo largo de sus páginas, los autores hacen su alineación de once filósofos (el once que piensa) y les asignan su equivalente futbolístico (los once que juegan). Así, por ejemplo, tenemos que Romario es el “Epicuro del fútbol”. Sus palabras lo dejan claro: “Mi mayor reto en el fútbol es hacerme feliz a mí mismo”. También fuera del campo siguió la misma filosofía: “Si no salgo por la noche no meto goles”. Personaje peculiar donde los haya ha hecho de su modus vivendi un debate en cualquier equipo (PSV Eindhoven, Barcelona, Valencia...) en el que ha jugado. Epicuro decía: “Nacemos una sola vez y dos no nos es dado nacer y es preciso que la eternidad no nos acompañe ya. Pero tú, que no eres dueño del día de mañana, retrasas tu felicidad y, mientras tanto, la vida se va perdiendo lentamente por ese retraso, y todos y cada uno de nosotros, aunque por nuestras ocupaciones no tengamos tiempo para ello, morimos”. Romario escuchó al filosófo y decidió ser su doctrina de vida.
El resto del equipo titular lo componen: Fernando Redondo es Nietzsche; Maradona es Diógenes; Luis Figo es Ortega y Gasset; Beckenbahuer es Kant; Roberto Carlos es Marx; Maldini es San Agustín; Zidane es Platón; Stoichkov es Heráclito y Parménides. Y en la portería, Oliver Kahn que es Descartes. En todos estos binomios se pueden encontrar semejanzas entre la teoría filosófica de los pensadores y las habilidades futbolísticas de los jugadores.
Una década antes, en 1997, salía al mercado otra publicación de temática similar: La filosofía del fútbol, de Mark Perryman. El autor se pregunta: “¿Qué sería de nosotros si los grandes pensadores tuvieran el cerebro en las botas, en lugar de en la cabeza?”. A lo largo de sus páginas, numerosas personalidades del mundo intelectual y artístico –Ludwig Wittgenstein, William Shakespeare o Simone de Beauvoir, entre otros– desfilan para dejar su impronta personal sobre el balompié. Así, por ejemplo, el escritor Jean Baudrillard dice: “Al poder le complace muchísimo traspasar al fútbol ciertas cargas, incluso la diabólica responsabilidad de entontecer a las masas”; o Umberto Eco señala: “El fútbol es un ritual en el cual los desheredados derrochaban su energía combativa y su sentido de revuelta, practicando hechizos y encantamientos para obtener de los dioses de cada mundo posible la muerte central del adversario, completamente ajenos a las intenciones de la casta dirigente, que quería mantenerlos en un estado de entusiasmo extático, condenados a la irrealidad”.
La filosofía –del griego, philo (amor) y sophia (sabiduría)– echa mano del fútbol –un recurso altamente atractivo– para seducirnos y hacernos pensar sobre aquellas cuestiones esenciales que a todos los humanos nos preocupan. Según el escritor, “se puede decir que el fútbol es una de las realidades de nuestro tiempo que con más fuerza reclaman ser pensadas. Sin embargo, no es fácil acudir a un estadio como el viejo Pitágoras, con la inocencia adulta del filósofo”.
El libro traza a lo largo de 38 capítulos –las 38 jornadas del Campeonato Nacional de Liga– un paralelismo entre 38 aspectos de la vida y 38 aspectos futbolísticos recreando una particular liga futbolsófica: “En cada una de las 38 jornadas el lector tendrá la oportunidad de reflexionar sobre el fútbol y la vida, sobre comportamientos, formas de ver el mundo, sobre la idea que tiene el hombre de sí mismo, sobre valores y normas que rigen nuestra sociedad, sobre educación y deportividad, sobre las relaciones humanas... todo ello desde una perspectiva futbolsófica, es decir, teniendo al fútbol como objetivo y a la filosofía como anteojo”.
Algunas de las cuestiones (jornadas) abordadas son: el “cerocerismo” (o conformarse con la realidad), la “autoridad arbitral” (o la fuerza de la ley), el “compañerismo” (o el sentido de la deportividad), los “postes también juegan” (o la refutación del determinismo), el “jugador número doce” (o la fuerza moral), las “ocasiones de gol” (o saber aprovechar las oportunidades) o “el entrenador que todos llevamos dentro” (o lo fácil que es ser otros).
Para Goñi, “el fútbol nos ofrece la oportunidad de ejercitar la filosofía”. Y añade: “Aristóteles decía que la condición del filosofar es tener ocio, disponer de tiempo libre, despreocuparse de los negocios de la vida. El que está ocupado en sus negocios se interesa por los rendimientos, se afana por los resultados y le falta el sosiego suficiente para mirar la realidad con la pasión del desinterés. En la actualidad, el fútbol ocupa gran parte de nuestro tiempo de ocio, por eso nos da la oportunidad de filosofar. Si todavía no ha surgido una filosofía del fútbol es porque vivimos nuestro tiempo de ocio como un negocio, con excesiva urgencia, porque entendemos el tiempo libre como un no hacer nada, como una oportunidad de pura diversión. Si vivieramos el ocio como proponían los antiguos habrían en los estadios más espectadores como Pitágoras”.
La filosofía aplicada al fútbol, la “futbolsofía”, pretende “ser un exprimidor que intenta extraer de este deporte todo su jugo filosófico. Consiste en mirar el fútbol como una realidad preñada de oportunidades de reflexión”. Y da las claves: “Para ello, hay que ocupar el asiento de abonado con la predisposición de no dar nada por supuesto, de estar allí como si asistiera a la representación de algo inaudito y extraordinario. Contemplar el fútbol de esta forma nos puede servir para entender el mundo en que vivimos y para entendernos mejor a nosotros mismos”.
No ha sido la única publicación que aborda la relación entre el fútbol y la filosofía. En 2006, de la mano de José Machado y Manuel Valera, aparecía Futbolia. Filosofía para la hinchada. Allí se dice: “Uno puede decir que el fútbol son muchas cosas, las que le venga en gana: que son once contra once en calzoncillos; que no es más que un juego; que es el opio del pueblo; que fútbol es fútbol; o que lo hemos convertido en un negocio disparatado, de interés general y beneficios muy particulares... Pero eso no puede ser todo, es imposible. No es suficiente. El fútbol, como la filosofía, busca la verdad del ser humano, y los caminos trazados en los dos ámbitos tienen sus paralelismos. ¿Quién puede negar que Kant y Beckenbahuer defienden los límites de lo razonable o que Romario y Epicuro viven y juegan desde el principio del placer?”.
A lo largo de sus páginas, los autores hacen su alineación de once filósofos (el once que piensa) y les asignan su equivalente futbolístico (los once que juegan). Así, por ejemplo, tenemos que Romario es el “Epicuro del fútbol”. Sus palabras lo dejan claro: “Mi mayor reto en el fútbol es hacerme feliz a mí mismo”. También fuera del campo siguió la misma filosofía: “Si no salgo por la noche no meto goles”. Personaje peculiar donde los haya ha hecho de su modus vivendi un debate en cualquier equipo (PSV Eindhoven, Barcelona, Valencia...) en el que ha jugado. Epicuro decía: “Nacemos una sola vez y dos no nos es dado nacer y es preciso que la eternidad no nos acompañe ya. Pero tú, que no eres dueño del día de mañana, retrasas tu felicidad y, mientras tanto, la vida se va perdiendo lentamente por ese retraso, y todos y cada uno de nosotros, aunque por nuestras ocupaciones no tengamos tiempo para ello, morimos”. Romario escuchó al filosófo y decidió ser su doctrina de vida.
El resto del equipo titular lo componen: Fernando Redondo es Nietzsche; Maradona es Diógenes; Luis Figo es Ortega y Gasset; Beckenbahuer es Kant; Roberto Carlos es Marx; Maldini es San Agustín; Zidane es Platón; Stoichkov es Heráclito y Parménides. Y en la portería, Oliver Kahn que es Descartes. En todos estos binomios se pueden encontrar semejanzas entre la teoría filosófica de los pensadores y las habilidades futbolísticas de los jugadores.
Una década antes, en 1997, salía al mercado otra publicación de temática similar: La filosofía del fútbol, de Mark Perryman. El autor se pregunta: “¿Qué sería de nosotros si los grandes pensadores tuvieran el cerebro en las botas, en lugar de en la cabeza?”. A lo largo de sus páginas, numerosas personalidades del mundo intelectual y artístico –Ludwig Wittgenstein, William Shakespeare o Simone de Beauvoir, entre otros– desfilan para dejar su impronta personal sobre el balompié. Así, por ejemplo, el escritor Jean Baudrillard dice: “Al poder le complace muchísimo traspasar al fútbol ciertas cargas, incluso la diabólica responsabilidad de entontecer a las masas”; o Umberto Eco señala: “El fútbol es un ritual en el cual los desheredados derrochaban su energía combativa y su sentido de revuelta, practicando hechizos y encantamientos para obtener de los dioses de cada mundo posible la muerte central del adversario, completamente ajenos a las intenciones de la casta dirigente, que quería mantenerlos en un estado de entusiasmo extático, condenados a la irrealidad”.
7 comentarios:
Como licenciada en Filosofía, y amante del fútbol, o del Real Madrid, cosa que no siempre es lo mismo, entiendo que no son comparables salvo explicar quizá, desde un punto de vista racional la pasión irracional que despiertan en el individuo la actividades que comprenden a una "masa social" entregada a una "causa común".
Gran descubrimiento su blog. Pasaré por aquí de vez en cuando.
Un saludo.
@alexcibernetica. muchas gracias por pasarte y participar. espero verte por aki. en mi opinión existen muchas cosas interesantes desde el punto de vista filosófico:
1) El hombre es un ser social por naturaleza.
2) El poder de la ilusión: "La grandeza del fútbol está en esperar cosas que no ocurren necesariamente".
3) "La recuperación semanal de la infancia" (Javier Marías)
4) ...
salu2.
Creo que estamos confundiendo filosofía con hechos sociológicamente estudiables.
Pero desde luego no le restan interés.
Hasta la próxima.
@Alexcibernetica. gracias. esperamos a que nos vayas contando... salu2.
Me ha gustado mucho el post, Paco. Indagaré un poco sobre los autores que comentas.
Dos preguntas: ¿Por qué Redondo en Nietzsche y Roberto Carlos Marx?
Un fuerte abrazo
@fernano. gracias. no lo recuerdo ahora exactamente. lo miraré y comentamos. abrazo.
La verdad es que me ha gustado mucho y me ha echo pensar bastante. No crees que quizas la filosofía se emplee para la psicología de los jugadores, saludos amigo.
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